Un día de locos
Creo que todos hemos tenido, alguna vez en la vida, un día gracioso o extraño, bueno, diferente a cualquier otro; la verdad yo he tenido muchos días así, pero hay uno en especial que recuerdo perfectamente bien porque, en realidad si fue algo bastante chistoso lo que me sucedió.
Recuerdo que iba en cuarto semestre y, como los miércoles no iba a la escuela, decidí aprovechar el día para ir a la biblioteca de la facultad a devolver unos libros y después a la central a buscar más libros.
Cuando salí de mi casa y me dirigía a la facultad, cerca de un mercado, un pequeño perro blanco se me acercó y comenzó a seguirme; al principio yo no le tomé importante y pensé que el perro se iría en cualquier momento.
Yo continué caminando y al subir por las escaleras de un puente, me di cuenta que el perro seguía detrás de mi; un poco extrañada continué caminando, pero, el perro no se iba. Cuando llegué a la biblioteca de la facultad, la persona encargada de la vigilancia en la entrada, me dijo que no podía entrar con animales y es que, para variar, el pequeño animalito seguía a mi lado.
Pensé que tal vez al siguiente día podría entregar los libros, por lo que, decidí ir a la biblioteca central; otro acontecimiento sucedió cuado quise abordar el pumabus y el conductor me dijo que si quería subir al transporte con mi mascota, debería llevar un collar y una cadena para mi mascota.
Obviamente yo no tenía ni collar ni cadena para el perro, por lo que no me quedó otra que irme caminando, desde el metro CU hasta la biblioteca central.
Mientras seguía mi camino, el pequeño perrito continuaba atrás de mi y, por consiguiente, al llegar a la biblioteca central, ya ni hice el intento de entrar, porque el perro no se iba. Claro que durante todo el camino, todas las pesonas que veían al perro se admiraban de lo educado que estaba, porque decía que cómo podía seguir a su ama sin cadena, además el perro no era feo.
Estuve un rato es las islas jugando con el perrito y cuando mi novio, que estudiabab Pscología, salió de su clase le conté todo lo que había pasado y lo primero que decidimos fue compar algo de comer; debo confesar que el perro se comió una hamburguesa y una botella de agua que le regaló un estudiante de medicina.
Después regresamos al lugar donde encontré al perrito y éste, en seguida corrió hacia su verdadera dueña quien el empezó a gritas "chucho, ¿dónde estabas?".
Comprendí entonces que cuál era su nombre y dónde vivía; desde entonces, cada que me encuentro a chuchio en la calle, ya no me hace caso ni se acuerda de mi; por eso digo que aquel fue un día de locos.
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